viernes, 30 de marzo de 2012

cosecharás tu siembra

Días, semanas, meses, años, lustros, décadas. Eso es lo que llevo intentando ilustrar a mi marsupial sobre los secretos de este humilde domadora. A fuerza de látigo y una silla en mano (nunca entendí por qué los domadores de leones usan una silla, pero seguro que es muy necesario) pase largas jornadas tratando de que M1 entienda lo que mis palabras querían decir. Amables sugerencias, intercambio positivo de opiniones, discusiones y hasta peleas con platos revoleados por los aires tuvieron que pasar para que mi propio marsupial registrara mis pensamientos y emociones.
¿Valió la pena tanto esfuerzo? ¿Acaso un marsupial puede comprender realmente lo que una domadora tienen en la cabeza? ¿No fue una lucha encarnizada contra molinos de viento? No, domadoras y marsupiales no fue así. Todo mi esfuerzo rindió sus frutos. En un instante, sin que me diera cuenta lo que se venía. Ayer, mi enojo con M1 por su crónica desconsideración se terminó abruptamente cuando lo vi sentado en mi escritorio, de sorpresa y con un hermoso ramo de flores.
Al final soy un cliché!

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